martes, 13 de diciembre de 2011

Once Upon A Time

Bueno, la primera entrada en serio de mi blog va dedicada a esta serie que lleva pocos capítulos, pero que va mostrando papeletas para convertirse, si no en una de las grandes, en una serie muy entretenida.





Nos encontramos en un mundo de cuento. La malvada Reina ha sido derrotada y Blancanieves puede casarse por fin con su Príncipe Encantador. ¿De verdad? No, pues la Reina vuelve durante la boda y jura vengarse. Esta venganza consiste en enviar a todos los habitantes del reino a un mundo donde no hubiese finales felices. Evidentemente, en un giro maestro de guión (entended la cursiva como entonación irónica), ese mundo es nuestro mundo, el real de toda la vida. ¿Ha triunfado la reina? Pues no, no habría serie de ser así. Resulta que Blancanieves fue previsora y consultó al habitante más loco e hijoputa del reino que hacer para salvarse. Éste les contesta que su hija los salvaría, por lo que la pusieron a salvo antes de que la reina ejecutase su malévolo plan. Esta hija es Jennifer Morrison, la protagonista que ningún creativo querría para su serie dado a sus nulas capacidades interpretativas y extraña cara.

Pues resulta que la Jenny (aquí Emma Swan (seguro que acaba siendo algo así como el cisne del Patito Feo, dios no lo quiera)) tuvo un hijo que dio en adopción, el cual va a visitarla el día de su cumpleaños como quien no quiere la cosa, asegurando que ella es la salvadora de los personajes de cuento. Evidentemente no le cree, pero lo lleva de vuelta al pueblo. Y así más o menos comienza la serie, con un niño al que todos creen loco, una Reina muy malvada (Oh, se llama Regina, que original) y una Jennifer Morrison que no parece saber muy bien si está actuando o le está dando el sol en la cara.



A pesar de haberme reido un poco de la serie en su sinopsis (he de reconocerlo, no puedo evitarlo, incluso tratándose de algo que me guste) es una serie que juega con buenas ideas, que podrían haber salido terriblemente mal si no se hubiesen tratado con cautela. En primera instancia, puede parecer un mero batiburrillo de cuentos populares (populares gracias a Disney la mayoría) con toques lostianos como los flashbacks, pero de momento la cosa va encajando más o menos, algo que se agradece. Además, siendo una temporada de unos veinte capítulos, es bastante probable que nos encontremos con algún que otro capítulo que no aporte mucho a lo que sería la reconstrucción de la historia previa como puede ser el de Pepito Grillo, que a pesar de ser una historia prácticamente independiente nos dejó un capítulo magistral.

He de decir que solo vi el capítulo piloto por ser una serie de fantasía, dado que es una rara avis en el mundillo televisivo y por los trailers que vi, no pintaba tampoco mal en materia de efectos especiales, porque por lo demás no me convencía para nada. Los últimos capítulos que he visto parecen alejarse un poco de la omnipresencia de la Jenny, y francamente es un alivio que no esté siempre siendo el centro de atención, cuando el protagonismo debería repartirse un poco mejor entre todos los personajes.



No puedo dejar de destacar a dos de los mejores actores y personajes de la serie, como son Lana Parrilla como la Reina malvada y Robert Carlyle como Rumpelstiltskin (casi lo escribo bien sin mirar). La primera porque hace genialmente de mala y el segundo capítulo, dedicado a su trasfondo ha sido lo mejor que ha dejado la serie hasta el momento, y el segundo por ese personaje pirado que maneja desde las sombras el destino de todos los personajes en el mundo del cuento y mantiene la propiedad de todo el pueblo en el real. En serio, cada escena que Rumpelstiltskin aparece es una delicia interpetativa. Emmi ya para el gran Robert Carlyle (¿Too soon?).

Aún no he visto el capítulo antes del parón navideño, pero ya puedo mantener mi firme candidatura a que ésta va a ser la serie de éxito de este año, y también candidata a cagada monumental de desarrollo dentro de dos o tres años al estirar como chicle la historia sin ningún sentido. Pero de momento, a disfrutarla.

Largos días y gratas noches.

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